top of page

Una chica con zapatillas blancas

  • Foto del escritor: Arte Parte
    Arte Parte
  • 3 jun
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 3 jun

por Mirna Rocío*


ree

Me desperté temprano, una gota fría cayó sobre mi mejilla, ese fue el primer indicio de que la lluvia era fuerte, papá me prometió arreglarlo apenas pueda comprar los materiales, en ese momento no podía hacer más que colocar una bolsa y sobre ella una toalla para amortiguar esas gotas frías en la cama, lo entiendo, no había nada más por hacer.

No había luz, no podíamos mirar el noticiero, teníamos una cierta preocupación por el pronóstico, la solución fue nuestro celular pero papá no tenía internet, y pensé ¿Quién le hubiera avisado a él sobre lo que estaba sucediendo en Buenos Aires? En WhatsApp los estados eran sobre el clima, entre a Facebook y me encontré con la misma situación, todos compartían el mismo mensaje “estamos en alerta roja”, ya en ese momento un aire de devastación nos había golpeado en la cara, la desigualdad estaba presente, una gran tragedia estaba cerca y una pregunta resonaba en mi cabeza ¿Todos sabían lo que estaba sucediendo?

Una angustia se apoderó de todo mi ser, pensé en mi familia, en mis amigos, en los animales, en las personas en situación de calle, en aquellos qué tenían más de una gota traspasando sus techos, me sentí parte de ellos, en ese momento dejé de ser sólo yo y pensé en un “nosotros”. En un impulso por saber cómo estaba mi hermana decidí tomar mis únicas zapatillas secas, mis zapatillas blancas, quizás no fue la mejor decisión, no hay asfalto, ni siquiera veredas, eran 10 cuadras de barro y agua, respiré profundo, mis miedos por las tormentas desaparecieron en ese momento, intenté ir por una solución más fácil, llame a Defensa Civil y pregunté ¿Podrían ir a este barrio a advertirles a las personas? “Está todo colapsado” fue la única respuesta que recibí. Respiré profundo y nuevamente lo entendí, era lo que podían hacer en ese momento, un pensamiento cruzó por mi cabeza, a 30 metros de la casa de mi hermana hay un arroyo, ¿estará limpio?, ¿la lluvia no hará que se desborde?, ¿mi hermana sabe qué hacer en esa situación?

mis miedos, mi sentir por el otro, esas eran mis armas

Papá se ofreció a ir pero casi no ve, sería un peligro dejar que salga en ese momento, tomé valor, un valor que pensé que no tenía, tomé dos bolsas de plástico para cubrir mis zapatillas, una táctica que todos los qué vivimos en calles de tierra usamos al menos una vez en nuestra vida, cómo se menciona en el texto de Laura Bagnato y Cristian González: "Las tácticas son 'maneras de hacer' creativas, dispersas, artesanales, de grupos o individuos, que 'crean un espacio de juego con una estratificación de funcionamientos diferentes e interferentes', es decir, son prácticas débiles y desapercibidas que, sin poseer un lugar propio, aprovechando y apropiándose de un espacio ajeno, dan cuenta de las resistencias culturales.”, es la manera que encontramos de resistirnos a mancharnos con barro (aunque para mí, significa mucho más).

Siempre supe que sería insuficiente para resguardarlas del barro y la lluvia pero un rayo de esperanza atravesaba mi corazón, "quizás cruce a algún vecino, quizás cruce a Defensa Civil, quizás cruce a un móvil policial", pensé. Tomé las llaves y emprendí mi camino, era un día gris, había mucha agua y mucho barro esperando a que los enfrente, mis zapatillas blancas, mis miedos, mi sentir por el otro, esas eran mis armas y luego estaba yo, el sujeto que tenía que enfrentar ese camino, fueron las cuadras más largas de mi vida, cuándo llegué me enteré, no tenían luz, ni señal, nadie había pasado a avisarles que se tenían que resguardar, fueron los mismos vecinos los que se organizaron para subir en alto a los muebles, a los objetos de valor, se organizaron para resguardar a los más vulnerables, y en ese momento todos éramos uno, todos teníamos los mismos sentidos, y nos movíamos en ellos, la solidaridad estaba a flor de piel, en ese momento no habían diferencias, no existía una división, era el pueblo salvando a su pueblo.

En el texto de Bagnato y González mencionan que

“la cultura ocupa un rol central, porque habilita diversos referentes desde los cuales ensayar nuestras identidades. Es decir, por un lado, la cultura nos modela, construye diferentes posiciones de poder, produce estereotipos y estigmatiza a determinados sujetos y colectivos; pero por otro lado, también es el espacio en el que se llevan adelante procesos de resistencia y de producción de identificaciones alternativas, donde los sectores subalternos pueden transformar el estigma en un emblema y donde se puede revertir la opresión. Aunque ya no sea posible pensar a la identidad en términos de algo que nos acompañará de manera inmutable el resto de nuestras vidas, reflexionar sobre ella es central porque la lucha por la identificación es uno de los espacios donde pueden resistirse las desigualdades sociales y culturales.”

Nuestra cultura tiene un peso en todas nuestras acciones, no solo en cómo actuamos si no en cómo miramos al mundo, sin embargo, por muy hegemónicos que seamos y aunque estemos muy adheridos al sistema, es decir que actuemos siempre de una manera, es imposible que cómo humanos no adquiramos el sentir del otro en una situación crítica, es ahí donde surge una identidad que no es solo individual es colectiva, es pensar en el otro con ojos de amor y esperanza, es resistir a aquello que está en frente de nosotros, esta vez fue más que una lluvia, fue resistir a un abandono por parte de aquellos que deberían velar por sus ciudadanos, y aunque nos vean sólo como votantes, quizás si tan sólo nos hubieran mirado por un segundo, no hubiéramos transformado nuestra antigua identidad, porque sí, porque sé que todos los que pasamos por ese momento de angustia jamás nos olvidaremos del otro y eso pasó a formar parte de nuestra nueva identidad.


➡️ Después de la tormenta (nota siguiente)



*Estudiante de la materia Prácticas Culturales de la UNAJ.

Comentarios


bottom of page