Y aun así sigo
- Arte Parte
- 17 oct
- 2 Min. de lectura
por María Osorio, 6to año, Sec. 16.
Lúa no tenía amigos.
Le dijeron que no hacían falta.
Que los amigos son traición con sonrisas.
Que es mejor estar sola,
que confiar es de ingenuos,
que quien te abraza hoy… mañana te apuñala.
“Mamá y papá son tus únicos amigos”,
le dijeron.
Pero esos amigos gritaban.
Esos amigos herían.
Y cuando ella quería hablar,
las palabras se le ahogaban en la garganta,
como si el aire no alcanzara
para decir lo que dolía.
“Callate.”
“mejor callate, no quiero escuchar nada”
“No sabés nada.”
“¿Quién te creés que sos?”
“no servis para nada”
Así fue aprendiendo
que el silencio a veces pesa menos que las respuestas.
Que hablar puede ser peligroso.
Que sentir… es exponerse.
Y cuando preguntaba;
¿Puedo ir? ¿Puedo hacer? ¿Puedo elegir?
Las respuestas eran espinas disfrazadas de permisos con rabia.
Una mirada.
Un suspiro molesto.
Una discusión que siempre estallaba.
Hasta que un día,
a los 17,
quiso caminar sola.
Y no le dijeron que sí.
Le dijeron:
“¡Hacé lo que quieras!”
Junto a otras palabras
Pero no era libertad.
Era cansancio.
Era un escupitajo en forma de frase.
Era:
“Ya me harté. Ahora arreglate vos.”
Y eso duele más que una negativa.
Duele que te suelten,
no por confiar,
sino por rendirse.
Lúa se quedó sola en su cuarto.
Con palabras que le temblaban en la piel.
Con un grito que no podía salir.
Con el pecho lleno de cosas
que nadie quiso escuchar.
Y sí.
También dijo cosas que nunca pensó decir.
Porque una también se rompe.
Una también se harta.
Y cuando no te dejan llorar…
gritás.
Y cuando no te dejan hablar…
te defendés como podés.
Pero no.
Lúa no se apagó.
Se quedó quieta.
Se abrazó sola.
Se puso la mano en el corazón
Y la cara mojada en la almohada
y se dijo bajito:
“Voy a aguantar un poco más.”
Y aguantó.
Y lloró.
Y se cayó y se volvió a levantar.
Porque aunque nadie lo vea,
aunque nadie lo diga,
aunque a veces ni ella lo crea...
Lúa sigue.
Y aun así, sigue.
⬅️ La soledad





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