Días de tormenta: estudiar y trabajar bajo el agua
- Arte Parte
- 3 jun
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Actualizado: 3 jun
por Mailén Olguin*

La tormenta empezó el viernes a la madrugada. Me acuerdo que me desperté por el ruido del viento y los truenos. Ese día me tenía que levantar temprano porque a las 08:00 am tenía que cursar en la facultad y además rendir un parcial, así que no me quedó otra que prepararme y salir igual pese al clima. Caminé hasta la parada del colectivo con las zapatillas completamente empapadas, cada paso era un chapuzón en el agua. Cuando llegué a la facultad, me tocaba cursar en un aula en el subsuelo, que estaba todo inundado. Tuvimos que buscar otra aula para rendir porque era imposible estar ahí.
lo “normal” es más frágil de lo que creemos [las] lluvias no solo mojan, también desnudan desigualdades
Al mediodía volví a casa, con la ropa todavía húmeda. Llegué y me estaba esperando mi perrito para que lo saque a pasear. Algo tan sencillo como sacarlo a la calle se volvió complicado y molesto, pero era necesario. A la tarde, tenía que volver a cursar, esta vez en el terciario, pero el Instituto suspendió las clases porque el municipio de Berazategui declaró alerta meteorológica. Aunque ese día me quedé en casa, el sábado me tocó ir a trabajar, otra vez en medio de la tormenta. Esta vez me preparé mejor porque no se me habían sacado las zapatillas: le pedí prestadas a mi mamá sus botas de lluvia para caminar varias cuadras hasta el colectivo. Cuando llegue a Constitución tomé el subte, el agua corría por los pasillos y el ambiente era un caos: personas corriendo, otras resignadas esperando que pase. Todo parecía desbordado, como si la ciudad y mi propio barrio no estuvieran preparados para una lluvia así. Y no me salve en la vuelta, porque cuando volví a casa del trabajo, me agarró de vuelta la tormenta eléctrica en Constitución.
Me puse a pensar en cómo la tormenta alteró todo. Lo que suele ser rutinario como ir a cursar, trabajar, pasear al perro, se convirtió en una carrera de obstáculos. Y esto no fue solo para mí: vi a mis vecinos, a mis compañeros de cursada, a la gente en el colectivo, todos intentando adaptarse a un contexto que de repente nos mostró que lo “normal” es más frágil de lo que creemos.
Lo que para mí quedó claro es que estas lluvias no solo mojan, también desnudan desigualdades. Algunos pueden quedarse en casa cuando hay alerta meteorológica, otros igual tenemos que salir, trabajar, buscar una manera de llegar lo más secos posibles. Y además, las calles inundadas, los servicios colapsados, muestran que lo que pensamos como “normal” (una ciudad funcionando, un barrio transitado) es una construcción que puede romperse de un día para el otro.
Leyendo el libro de la materia Prácticas Culturales, que estoy cursando en este momento, me detengo en algunos conceptos. Según Néstor García Canclini, lo que llamamos “natural” es en realidad una construcción social. Y eso se vio claro esos días: la ciudad que debería estar preparada para la tormenta se mostró vulnerable. Soledad López nos invita a pensar cómo las prácticas culturales están atravesadas por desigualdades y tensiones. En mi caso, esa tormenta me hizo darme cuenta de lo difícil que es sostener la rutina en un contexto donde lo naturalizado (las calles secas, el transporte funcionando) se interrumpe. Y Diego Conno, al hablar de cultura y poder, me hizo pensar que no todos vivimos la tormenta de la misma manera. Mientras algunos pudieron quedarse en casa, otros tuvimos que salir a enfrentar las calles inundadas, porque no había otra opción.
⬅️ Después del temporal, alerta por frío extremo (nota anterior)
➡️ Una chica con zapatillas blancas (nota siguiente)
*Estudiante de la materia Prácticas Culturales de la UNAJ.
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