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Miradas conurbanas

  • Foto del escritor: Arte Parte
    Arte Parte
  • 3 jun
  • 4 Min. de lectura

por Iván Mantero y estudiantes de la UNAJ*


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El conurbano, nuestro conurbano, en cualquiera de sus puntos cardinales, suele aparecer representado en los medios de comunicación como un territorio de delincuencia, de violencia o vinculado a escenarios de carencia. Hay un gesto intencionado al construir esos estereotipos, que (como todo estereotipo) exagera algunos gestos y oculta otros, para ofrecer una imagen simplificada y efectista a los fines de su comunicación.

Muy lejos de esto, quienes vivimos o hemos vivido en el conurbano, deambulado por sus calles en busca de un kiosco a deshoras o jugado con amigos en sus plazas, esas mismas que fueron escenario de encuentros amorosos, litúrgicos, profanos, rebeldes o festivos, sabemos que el conurbano es mucho más que esos estereotipos mediáticos.

En las palabras que a continuación quiero compartirles encontrarán las miradas de estudiantes de la UNAJ sobre el conurbano, sobre sus barrios. Miradas que nos van a devolver más de esa vida que fluye y siente en el conurbano de lo que nos pueden dar las horas y horas de las notas amarillas de los medios de comunicación.


Niebla del amanecer

por Sofía

Un camino al lado de las vías, 

una mañana llena de una niebla inquietante, 

da la sensación de estar en una de esas películas apocalípticas, 

en las que sos el único sobreviviente y esperanza del mundo. 

Tal vez el inicio de una película de terror, justo en el momento en que en la calle no se encuentra nadie y la niebla invita a que alguien se esconda, esperando el momento para atacar…

O solo es la clara vista con la que un trabajador se encuentra en las altas horas de una mañana de invierno, en la que todavía no hay mucha gente transitando, solo él, porque necesita llegar temprano a aquel trabajo que está lejos de su hogar, para que no le descuente gran parte de su sueldo por llegar unos minutos tarde.


La Magia del Atardecer en la Plaza de Chingolo

por Julieta 

La plaza para mi es un lugar de paz, donde desconectar de la rutina cotidiana. Suelo compartir esos momentos con familia o amigos, en rondas de mates con bizcochitos.

En la plaza pierdo la noción del paso del tiempo. Durante el atardecer la plaza se transforma cada día, en un escenario natural donde se teje una historia de colores y emociones, de momentos únicos y espontáneos, que inspira y conecta a las personas, donde ellas mismas sin darse cuenta se convierten en participantes activas, capturando y reinterpretando la belleza del atardecer. 

Las risas de los niños resuenan mientras corren y juegan, y sus sombras se alargan sobre el pasto. Un padre y su hijo practican con la bicicleta. Una señora pasea a su perro, su paso es tranquilo, mientras, su perro explora cada rincón con curiosidad. 

La plaza de Chingolo durante el atardecer es una celebración de la belleza efímera y la creatividad comunitaria donde el arte se crea y comparte. Es una invitación a conectar con la naturaleza y con los demás.


La noche oscura de mi barrio

por Uriel

Una de las cosas que más disfruto es la noche. La noche me genera sentimientos de tranquilidad, paz y un bienestar absoluto. En ese color negro que parece tan simple pero a la vez muy complejo, encuentro un método con el cual logro conectar conmigo mismo.

Sin duda sería algo muy difícil de explicar para las demás personas, sin embargo es un ambiente que con solo verlo, me siento abrazado por una enorme tranquilidad, sin ningún tipo de malestar, acompañado por la luna.


Transitamos tres momentos del día desde la conexión de quienes lo viven: nieblas matutinas que lejos de los estereotipos del miedo nos hablan del día a día de trabajadores y trabajadoras que crean la riqueza de este país. Noches que dan paz y disfrute, descanso a la vista, al cuerpo y la mente, fascinación con la luna, experiencias mucho más humanas que el miedo que infunden los medios.

¿No existen los riesgos? Sí, claro que existen, y como sociedad tenemos que encontrar las maneras de vencerlos, como siempre buscó hacer la humanidad. Pero para lograrlo tenemos que vivir, no encerrarnos. Encerrados no podríamos disfrutar de la magia del atardecer en la plaza de nuestro barrio, como la de Claypole.

Estas breves palabras de nuestras/os estudiantes nos invitan a disfrutar de la belleza de nuestra cotidianidad, de nuestras familias, de nuestros barrios. Disfrutar de esa belleza, de ese arte, es gratis, solo requiere dejar caer los estereotipos que solo nos hacen sentir miedos.

Quiero cerrar con una última pieza, esta vez dirigida a los propios estudiantes de la UNAJ, como una invitación.


De los árboles que estudian

por Evelyn Lucia 

Cada día, mi caminata hacia la parada de colectivos me regala un maravilloso paisaje: es otoño y como es de esperar, las hojas de los árboles comienzan a despegar, formando una alfombra en tonos amarillos y verdes que al pisarla hacen un estruendo nuclear.

Estas hojas me recuerdan a los proceso de la vida, como es el comenzar una nueva carrera y en el afán de querer volar de prisa, podremos caer al piso, como las hojas, pero eso no significa que fallamos, más bien demostrará nuestra capacidad de volver a empezar.

Como las hojas se conviten en nutrientes para el mismo árbol del que cayeron, nosotros nos convertimos en recursantes que vuelven a empezar. Y por mas que un parcial nos pueda bajonear, sabemos que podemos volver y volver a intentar para un día dejar de ser la hoja y convertirnos en el árbol para no caer jamás.





*piezas elaboradas en la materia Prácticas Culturales, luego de un trabajo exploratorio inspirado en el Manifiesto Arte Vivo-Dito de Alberto Greco.


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