Por Iván Mantero
*artículo elaborado en base a las anécdotas escritas por: Leonel, Yamila, Nahuel, Esmeralda, Micaela, David, Agustina, Melanie, Rodrigo, Iván, Ruth, Kevin, Jonathan, Rodrigo, Francisco, Jazmín, Yanina, Evelin, Dylan, Amparo, Erik, Johana, Brisa y Melisa. Los nombres que aparecen en el artículo son pseudónimos.
Empezamos esta segunda parte de la nota Fútbol y memoria escuchando aún los ecos de una final épica con Francia que consagró a Argentina Campeona del mundo en Qatar 2022. Nuestras retinas guardan las imágenes de un País entero festejando en las calles. Millones de hinchas de fiesta, y una fiesta que todavía no acaba, y lleva ya varios días.
Si esto fuera una película, tendría una estructura de flashback, empezaría con este final para luego volver en el tiempo y construir un relato coral con las anécdotas escritas por las y los estudiantes de 5to 2da de la Escuela Secundaria n°16 de Villa Hudson.
Así es el itinerario que les propongo, porque esas memorias personales se encuentran conectadas por significantes compartidos, hitos históricos, barrio, familia, comida, emociones, penas y sueños.
El potrero
Si no me equivoco eran vacaciones –nos cuenta Leandro– y yo estaba comiendo guiso que mi mamá había cocinado cuando llegó un amigo al que le decíamos “Chino”. Chino me pasó a buscar para jugar a la pelota a la vuelta de su casa, que era un lugar bueno para jugar. Le decimos “Sendero”.
Habíamos empezado el partido 3 contra 5 y con el Chino habíamos hecho asistencia a 2 goles. Ganamos el partido, que me acuerdo se jugaba por una Coca. El otro equipo se quedó con bronca por haber perdido y al rato, cuando estábamos en la esquina de la casa, cruzan los pibes a los que les habíamos ganado. Andresito empieza a gritarles cosas, hasta que uno se acercó y le dijo “¿Qué decís wachín?” y se agarraron a las piñas. La pelea duró hasta que vino la mamá del Andresito y los separó y todo siguió normal.
En el barrio, las pibas también juegan al fútbol. Cuando tenía 11 años –nos cuenta Miriam– me acuerdo que siempre, de lunes a lunes, al llegar de la escuela, me encantaba ir a la canchita que armamos con las chicas. Ahora hace mucho tiempo no voy, pero me encanta el fútbol. Es todo: con el simple hecho de patear la pelota se olvidan los problemas, podía estar triste o feliz y jugar me hacía bien… De niña jugaba con mi hermano, él fue el que me enseñó a querer el fútbol.
Si bien hay un par de clubes, en Hudson todo lugar es bueno para jugar a la pelota. Las canchitas se arman en cualquier lado, como nos contaron Miriam y Leandro, en plazas, calles, baldíos, patios de escuela, etc.
Fue un día de noviembre en 2015, a eso de las 17 horas, cuando nos juntamos con algunos amigos –nos cuenta José–, a jugar en la calle de tierra, cascotes y pedazos de vidrios. Hicimos los arcos de piedras y remeras y llovió. Nos estábamos mojando y nos llamaron para entrar y nosotros decíamos un gol más y nunca más metimos un gol, nosotros contentos por que ganamos.
Las penas
Las anécdotas de les pibis nos muestran la pelota en la vida cotidiana, el fútbol como una experiencia compartida, un lugar de refugio donde mediante “el simple hecho de patear la pelota se olvidan los problemas”, , un punto de encuentro con amigos o una arena donde dirimir disputas. Pero sus anécdotas también nos hablan de momentos tristes de los que el fútbol también formó parte.
Roberto recuerda que tenía 14 años e iba a la escuela secundaria, vivía en el Barrio Villa Hudson en el año 2020. Estábamos pasando por una pandemia. El 25 de noviembre a las 14:00 horas, estaba sentado observando noticias, cuando pasaron una noticia impactante, encontraron a Maradona muerto en su casa. Mis familiares al escuchar, no lo podían creer. Toda la Argentina estaba muy triste.
Diego, por su parte, comparte con nosotros un trágico drama familiar. Era un domingo 27 de febrero de 2022, un día nublado. El día anterior había llovido. Mucha humedad.
Ese domingo me levanté a las 10 de la mañana para ir a trabajar y no había luz. Afuera estaba mi abuelo, que era quien arreglaba la luz. Lo saludo y nos quedamos hablando, “hoy juega Racing versus River a las 5 de la tarde, me parece que no vas a poder ver el partido por el corte de luz”, le digo. Cuando volví del trabajo vi a mi abuelo que estaba hablando con el vecino para ir a arreglar la luz. Le dije que me avise, así lo ayudaba y me dijo, “bueno”.
A eso de las 4 y pico mi tía nos llama y nos dice que mi abuelo se había caído de la escalera. Llego al lugar. Mi abuelo estaba tirado en el piso, la policía no dejaba que lo toquemos. La ambulancia tardó media hora en llegar. De camino al hospital, falleció. Dijeron que no pudieron hacer nada…
Y así por ser un apasionado por el fútbol y su club, fue que perdió la vida, por ver a su Racing Club.
Donde quieras que estés, te mando un fuerte abrazo, abuelo.
¿Cuántas veces el abuelo de Diego habrá salvado al barrio de permanecer días sin luz? ¿Cuántas personas electrodependientes habrán logrado sobrevivir a los sucesivos cortes a los que nos tienen acostumbrados las compañías eléctricas gracias esa tarea de reconexión del servicio realizada por un vecino? Hace poco tiempo una estudiante de la materia que dicto en la UNAJ (Prácticas Culturales) me contaba que en su barrio, ubicado en la zona rural de Varela, había una familia que realizaba la misma tarea: reconectar la luz cuando luego de un temporal el servicio se corta, porque la compañía tarda semanas en realizar los trabajos de reconexión.
Muchas veces son los propios vecinos los que asumen roles (y riesgos) ante los diversos abandonos institucionales. Y al pasar el tiempo, esos abandonos, y esos roles de supervivencia se naturalizan. Pero por más que un vecino tenga los conocimientos para realizar la tarea, es la compañía la que cuenta con la capacidad técnica para realizar trabajos de manera segura.
Los logros
Emilia nos cuenta que en 2016, un día jueves, su hermano fue a jugar un campeonato de fútbol. Era un día lluvioso y aún así el equipo tuvo muchas ganas de ir y esperanzas de ganar.
Se encontraron todos en un lugar para ir juntos a la cancha, ubicada en el barrio Villa Hudson, donde sería el campeonato. Ese partido fue la victoria total y el equipo terminó muy contento y luego festejaron todos juntos.
Tres años antes que Emilia y su hermano, Cristian también celebró sus logros futbolísticos con su equipo. En su anécdota recuerda: con mi equipo de fútbol llegamos a estar entre los mejores. Me acuerdo el último partido para quedar en la final. El partido fue difícil, nos costó llegar a meter un gol, pero al último momento mi compañero lo logró y fue una alegría. Además llegué a ganar el premio al Mejor Arquero de la categoría 2005 en ese momento. Fue un campeonato que organizó Lanús en el 2013.
Ricardo recuerda que una anécdota que lo marco fue el poder conocer un país a través del fútbol, con tan solo 12 años. Fue una linda experiencia y el disfrutar el viaje con los amigos y la familia, dice.
Los logros en el fútbol que nos cuentan en sus anécdotas implican entrenamiento, constancia, sacrificio, compañerismo y compromiso. Así como el fútbol, todos los deportes que practican nuestras juventudes requieren la misma actitud. Por ejemplo Andrea recuerda: a los 6 años empecé Hockey, lo practiqué en el colegio Centenario, fuera de la escuela también lo practicaba dos horas en el club Varela Junior, era muy cansador, pero me gustaba. Fue mi rutina durante 6 años, hasta que me cambié de escuela y no tuve tiempo. Actualmente estoy por empezar otra vez.
Este último logro parte del fútbol para transformarse en cine. Una película pensada y filmada por les niñes del barrio. Mia recuerda que hace 8 años, “no me acuerdo en qué fecha, hicimos una película en el comedor donde íbamos con mis compañeros y mi amiga. El profe Iván nos ayudó a filmarla, fue muy chistoso y nos divertimos mucho.
En ese momento me acuerdo que fue el gol de mi mamá (que actuó en la película) y tuvimos que cortarlo y fingir que lo metió, porque le erró como las mejores, al terminar de grabar, nos reímos y comimos un guiso, fue muy linda mi experiencia.
Los mundiales
Muchas de las anécdotas están vinculadas a los mundiales, en particular el de 2014, y la fatídica final Argentina-Alemania.
La primera anécdota nos sitúa dos años antes del mundial. Amalia recuerda un día de calor en el que estaba acomodada en mi cama viendo la televisión, mi mamá me llamaba y me llamaba para ir a comprar un jugo, entonces agarré la plata y me fui a comprar el jugo.
Mientras iba caminando hacia el kiosco escucho voces de hombres gritando, me doy vuelta y veo pasar por la calle de atrás mío, un auto con una bandera Argentina y dos hombres con la cara pintada de celeste y blanco gritando “¡El mundial se acerca!”.
Imbuida en la atmósfera del mundial Yael acuerda, siempre que mi mamá me mandaba a comprar y le sacaba el vuelto para comprar pinturas del mundial, esas para pintar la cara y a veces me recorría todos los kioscos de mi barrio para conseguir las pinturitas del mundial, sin que mi mamá supiera y cuando me preguntaba porque llegaba tarde, le decía que el quiosco estaba lleno.
¿Cómo fue ver los partidos?
El día del partido por octavos de final Nicolás fue a la escuela como todos los días, pero… al ingresar a la escuela se veía que algo era diferente, las mesas estaban en forma diferente, los maestros y auxiliares moviéndose de acá para allá. Luego de terminar el almuerzo e ingresar al salón, a los pocos minutos nos sacan y nos llevan al comedor. ¿Para qué?
Resulta que habían preparado todo para que viéramos juntos el partido. Desde el minuto cero ya se sentían los nervios y la tensión del partido y fue todo así, hasta que en el segundo tiempo suplementario Di María hiciera el gol, fue donde la tensión desapareció y fue felicidad, alegría y emoción, al regresar a casa, volvía con una alegría de poder ver el partido y clasificar a los cuartos de final de la copa del mundo.
La final con Alemania merece un capítulo aparte. Muchas de las anécdotas recuerdan ese momento, dónde estaban, con quienes, que hicieron, qué sintieron. Yesica recuerda, escuchábamos la radio con mi familia, mientras íbamos a pasar el día a la casa de mis primos. Cuando llegamos allí nos empezamos a pintar la cara y cambiarnos la ropa para ver el partido. Franco nos cuenta: era un día soleado y con mi familia estábamos viendo el partido comiendo pastel de papa. Josefina recuerda: nos fuimos al río con mi familia a pasar el día mientras escuchábamos el partido en la radio. María nos cuenta que el día de la final nos juntamos toda la familia en la casa e hicimos una merienda, comimos mirando el partido y estábamos todos ansiosos.
Diego recuerda que esa final la vimos en casa con mis hermanos y padres, como siempre (por cábala). De ese partido me acuerdo que el partido empezó con la Argentina dominando y a los 30 minutos aproximadamente del primer tiempo, el gol más gritado en mi vida, seguramente que no valía, porque Higuaín estaba adelantado. Nelson tiene una mirada más cauta del inicio del partido, para él el partido comenzó bien y con un equilibrio entre un equipo y otro, pero luego de un buen tiempo viendo el partido, comenzaron las malas decisiones por parte del arbitraje. Todo empezó con el penal a Higuaín provocado por el arquero de Alemania, el árbitro decidió no cobrarlo, tal acto provocó en mí un enojo gigante.
Otras de las jugadas, fue la de Messi –señala nuevamente Diego–, desbordando por la izquierda, pateando por centímetros del palo del arquero. Y Nelson concluye que su enojo gigante con el mal arbitraje del partido se maximizó con el gol de Gotze, que cerró definitivamente el marcador.
Cuando escuchábamos que se perdió nos fuimos a meter al río y nos quedamos ahí un rato, porque estábamos muy tristes, recuerda Josefina.
Los sentimientos de bronca, tristeza y frustración invadieron las anécdotas de quienes recordaron esa final, pero también las esperanzas quedaron intactas. Por ejemplo Eduardo puso su ilusión en el futuro. Mientras pasaban el mundial de 2014 yo estaba en mi casa, era muy chico, pero como soy fan de Messi y lo veía, me acuerdo perfectamente y ahora vamos por Catar 2022.
Hoy volvemos a la secuencia del inicio y nos alegra que sus esperanzas ya sean una realidad.
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