por Iván Mantero
La situación que estamos viviendo en el país golpea de lleno a nuestras infancias. Hoy en día, el 66,1% de los chicos en Argentina viven en la pobreza, y el 27% está en la indigencia, según el último informe de UNICEF. Esto significa que muchos de nuestros pibes y sus amigos no tienen lo necesario para crecer sanos y felices. Lamentablemente, el Estado, que debería estar ahí para ayudar, parece estar cada vez más ausente. Durante todo el año los comedores e instituciones de nuestro barrio no recibieron alimentos, mientras en los depósitos del Ministerio de Capital Humano dejaban vencer toneladas de alimentos. Negándole recursos a esos espacios donde todos los días las y los chicos del barrio van a compartir comida, juegos y cuidados.
En este contexto, lo que hacemos como vecinos se vuelve más importante que nunca. En el barrio, ejemplos como el festejo del Día de la Niñez de La Red Villa Hudson, o el proceso de recuperación de la Plaza Kevin con Kermesses, limpieza y cuidado de las y los vecinos autoorganizados, demuestran lo que somos capaces de hacer juntos. Con esfuerzo y sin esperar nada a cambio, nos organizamos para que los chicos tengan espacios para compartir juegos, meriendas y alegría.
Este año, por ejemplo, el día de la niñez se celebró en la plaza Pedriel, donde las Instituciones (formales y no formales) del barrio armaron estaciones de juegos colaborativos, la UNAJ también se sumó con actividades deportivas, y las organizaciones del barrio prepararon chocolatada y bizcochuelos. Fue un trabajo inmenso y silencioso, una preparación que duró meses, pero que valió la pena porque vimos las caras felices de los chicos y chicas disfrutando un día que fue especial para ellos y sus familias.
Sin embargo, esta solidaridad que tenemos entre nosotros se enfrenta a un modelo muy distinto, el que se impulsa desde el poder. Un modelo que dice “sálvese quien pueda”, y que deja en segundo plano los valores de la comunidad y la ayuda mutua. Desde esta perspectiva, la solidaridad pareciera ser improductiva, inútil, un derroche de recursos o “un curro”. Para nosotros, en cambio, la solidaridad es la base de nuestra vida en comunidad y, sin ella, no podríamos seguir adelante. Al ver todo el trabajo que hacemos como vecinos para que nuestras infancias tengan un respiro, queda claro que lo que nos sostiene no es la ayuda estatal, sino el apoyo que nos damos entre nosotros.
El desafío de cuidar a nuestros chicos y chicas hoy es grande. Primero, porque hay una realidad material dura que nos afecta, con precios por las nubes y recursos que no alcanzan. Pero también, tenemos que hacerle frente a una mentalidad que quiere imponer la lógica del “mérito” y del esfuerzo individual, dejando de lado los valores de la solidaridad y el respeto mutuo. En este contexto, cada rifa, cada donación, cada merienda compartida es una manera de decir que no estamos solos y que vamos a seguir cuidando de nuestras infancias.
Defender a nuestros chicos hoy es, entonces, doblemente importante: porque necesitan que los cuidemos en lo material, pero también necesitan crecer en una sociedad que valore la solidaridad, el respeto y la ayuda mutua.
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