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El nombre para la escuela

  • Foto del escritor: Arte Parte
    Arte Parte
  • 3 jun
  • 5 Min. de lectura

por Romina Jodzik


El nombre de una institución educativa representa mucho más que una simple identificación; es un símbolo de identidad, valores y propósito. Funciona como una carta de presentación ante la comunidad, reflejando su misión, visión y el compromiso con la formación de sus estudiantes.

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Un nombre adecuado puede transmitir confianza, pertenencia y prestigio, además de influir en la percepción social, el sentido de pertenencia de sus miembros y su posicionamiento en el entorno educativo. Este proyecto exploró la relevancia del nombre institucional desde diversas perspectivas, analizando su impacto en la institución educativa, la comunicación y la construcción de una imagen sólida y coherente en la sociedad.

La búsqueda de un nombre para nuestra escuela nació como un proyecto iniciado por nuestra directora Karina Freites, para encontrar ese nombre que nos faltaba, un distintivo, aquello que hiciera a nuestra escuela única. Una búsqueda que en conjunto, donde democráticamente cada curso intervino a través de votaciones internas con distintos nombres, para que se pudiera definir la elección. La escuela entró en votación, los nombres finalistas eran Pablo Díaz, Las Américas y Ladislao José Biró.

“Con el objetivo de hacer un cambio significativo, estuvimos meses buscando nombre para la institución. Teníamos como desafío buscar uno importante y que se relacione con los estudiantes y la escuela.

En nuestra búsqueda dimos con artistas importantes tanto de época, como símbolos nacionales  relevantes de la cultura. Después de tantas idas y vuelta, nos decidimos por alguien que lucho por nuestros derechos y libertades. Sin duda, todos estuvimos de acuerdo con algún sobreviviente de la ´Noche de los Lápices¨, quienes lucharon tanto contra la represión que ejercían los militares. El nombre elegido fue  PABLO DIAZ Luana.


Un poco de Historia

“La noche de los lápices” es un sintagma que nos remite a una serie de hechos sucedidos en tiempos de la dictadura militar. La historia relata el secuestro de diez adolescentes secuestrados por la dictadura la noche del 16 de septiembre de 1976, en La Plata, de los cuales seis continúan desaparecidos, y de uno de los sobrevivientes, Pablo Díaz, quien fuera secuestrado días más tarde. Todos ellos eran estudiantes secundarios y habían participado de las luchas por el boleto escolar secundario el año anterior. Así narrado, el relato ha funcionado durante más de 20 años como metonimia del terrorismo de Estado llevado adelante por el régimen de facto. En innumerables ocasiones, más que en cada aniversario, se remite a “la noche de los lápices” como el ejemplo que cuenta la Historia del pasado reciente del país. Pero, aunque ligada a hechos, “La noche de los lápices” no fue “algo que sucedió”, sino una trama narrativa conformada por una serie de episodios seleccionados y enlazados entre sí para construir una interpretación sobre el pasado del que se pretendía dar cuenta en el relato (una serie de secuestros en un lapso de tiempo preciso, un grupo de víctimas configuradas por características comunes: edad, situación educativa, lugar de residencia, historia previa y un mismo móvil represivo). Es decir, es una forma de narrar los hechos. Ya en el nombre está inscripta la trama. “La noche”, además de ofrecer una metáfora, muy usada, para hablar del período de la dictadura, refiere a “una” particular: la del 16 de septiembre. Los “lápices” aluden a los protagonistas de esta historia, las víctimas: todos ellos, estudiantes secundarios.


¿Por qué de Pablo Diaz?

“En el curso de 5to B se decidió por Pablo, ya que estábamos viendo, en clase, la última dictadura cívico-militar y entre charlas con la profesora, apareció su nombre. Nos asombró como chicos de nuestra edad, estaban reclamando el boleto estudiantil, ese mismo beneficio que muchos de nosotros seguimos utilizando” Florencia y Sergio.

“Nosotros sentimos que era la mejor forma y manera de representar a los estudiantes. Toda esa lucha que hay detrás de la noche de los lápices no tiene que ser olvidada y Pablo Díaz es uno de los pocos sobrevivientes de lo sucedido y que decidió contar y compartir esa experiencia en la sociedad”. Julieta y Leonel.

Sin embargo, con 70% de los votos, los estudiantes decidieron que el nombre de Pablo Diaz,  triunfe frente a tantas propuestas. Se decidió que sería enviado el consejo estudiantil para su decisión final, pero no fue tan fácil, surgieron algunos inconvenientes.

“Lamentablemente nuestro colegio no lleva el nombre de Pablo Díaz, porque es un hombre que todavía sigue vivo. Según nos explicaron el nombre tenía que ser de una persona que lleve más de 10 años de fallecida. Así que no nos lo permitieron, pero sin embargo no nos quedamos con los brazos cruzados y propusimos el nombre de ´María Claudia Falcone´” Estefania.

Buscando un poco en la historia, podemos resumir en estas líneas la relación que hubo y seguramente sigue estando, entre Pablo y María Claudia.

Díaz comentó que, a lo largo de este tiempo, hubo una pregunta que lo conmovió, “la pregunta más importante que me hicieron fue si extraño a Claudia (Falcone), porque esa persona pudo identificar a la persona que extraña, con el amor que puede tener por alguien, porque el amor es algo que nos atraviesa a todos, y convertir “La noche de los Lápices” en una historia de amor, es la posibilidad de que todos nos veamos reflejados en ella, porque el que no está enamorado, lo estuvo o estará y el amor supera al odio. Esa noche fue una noche de amor porque en ese grupo de estudiantes hubo sensibilidad social, solidaridad, el romanticismo del adolescente, de decir te quiero, te amo”.

Se sabe que Falcone fue vista por última vez por Pablo Díaz en Banfield, el 28 de diciembre de un año no especificado, y luego desapareció. La historia de su desaparición, junto con la de otros jóvenes desaparecidos, es parte de la historia de la dictadura argentina. 

“Decidimos el nombre de María Claudia porque fue una persona muy especial para Pablo y porque gracias a ella y todos los estudiantes que lucharon, en esos días, hoy nosotros tenemos derechos conquistados por ellos”. Florencia y Sergio.

“Claudia Falcone también fue una gran luchadora por los derechos y muy amiga de Pablo”. Ignacio, Nicolás y Matías

 “Sé que en cada acto o en cada marcha andan libres. Para algunos, ellos y ellas, mis compañeros, serán revolucionarios, para otros serán pasiones y para muchos se funden en los jóvenes luchadores de hoy. Para mí también son lágrimas y orgullo de una historia vivida junto a ellos en el Pozo de Banfield”, Pablo Diaz


 

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