por Cristian Ponce y Paola Adduci
Un día de verano, como otros tantos días, fue momento de decidir cosas. Qué vestimenta usar un día de verano, qué hacer con las tareas diarias a pesar del calor, qué comer. La decisión de elegir una palta, entre tantas otras frutas que podía elegir.
Ese día también decidí que el mejor destino de esa semilla, semejante a una pelotita de ping pong o golf, no era el acostumbrado tacho de basura, ni una compostera, si existiera tal. El destino de esa semilla fue ser plantada. Por ahora, provisoriamente en una maceta.
Esa semilla, a diferencia de muchas, decidió germinar. A decir verdad, no es tan fácil que de una semilla emerja una planta que será un futuro árbol y menos un árbol de Palto. Al cabo de unos meses, esa plantín se volvió arbusto y su destino era ser plantado.
Pero no todo depende de las decisiones de uno o de la semilla. Donde vivo soy inquilino y la propietaria decidió que tenía suficientes árboles y no necesitaba más. La semilla devenida en arbusto iba a ser desalojada.
Mi amiga X pasaba por un mal momento y ese día pesaba más que de costumbre. X decidió que lo mejor era pedir ayuda. Siempre hay un corazón amigo que puede abrazarte y fui el elegido para tan bella tarea.
A pesar del calor otoñal decidimos que la bebida indicada para la ocasión, como para la mayoría de las ocasiones, fuese el mate. Y entre mates hablamos de dolores, tristezas y del destino de esa semilla tan fuerte y decidida que ya era un pequeño árbol.
Pero, cuál sería destino. Esa charla entre nosotros dos incluyó a otr@s. Al pensar en otras personas, también pensamos en los espacios de reunión, de encuentro. Tenemos una plaza sin nombre oficial, pero que a fuerza de ubicarla la bautizamos entre tod@s “La Plaza de la de Luján” (por estar justamente en Av. Luján y 911) y es uno de nuestros lugares de encuentro en Villa Hudson.
Y un lugar de encuentro no es tal, si no tiene una buena sombra brindada por un gran árbol. En “La Plaza de la de Luján” no hay árboles. Un dato que resonó fuerte en nuestra charla. Entonces surgió la idea: Qué mejor lugar para ese arbolito, que una plaza necesitada de sombra. Pero, no era cualquier árbol, ¡era un Palto!
Restaurantes de las zonas de moda de la Capital Federal basan todo su menú en la palta. Desde ensaladas hasta helados. En la actualidad, la palta es una de las frutas más caras del mercado y en Villa Hudson puede estar al alcance de todos y todas, si much@s toman la decisión de cuidarla.
Llamamos a otr@s que se sumaron a la acción tan simple y tan enorme de plantar para siempre al Palto en la plaza. Porque a tod@s nos gusta la sombra en los lugares de encuentro. Los allí reunidos felices por la tarea cumplida pensamos muchas más cosas.
Hablamos de la falta de árboles. De lo necesarios que son. Del famoso cambio climático que provocó un verano y otoño super caluroso. Y por culpa de la sequía el pasto parecía una estepa seca amarillenta y de paso, volvían a aumentar los precios.
Como el de la palta que llegó a cotizar a 500 pesos la unidad por ser importada de Chile. En esa versión tras cordillerana que es apenas una pelota de tenis negra, mientras que nuestras palta nacional casi del tamaño de una berenjena tienen el mismo sabor.
Un Palto sin hogar y una charla entre dos que se volvieron muchos más, nos invitó a la reflexión sobre el cambio climático y la soberanía alimentaria. La necesidad de más árboles y más charlas sobre esos temas.
Todo comenzó con una semilla, la decisión que tuvimos de plantarla, una semilla que decidió crecer y un colectivo con el que decidimos cuidarla.
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