En septiembre se brindó el Congreso de Comunicación de las escuelas de Educación Media con orientación en comunicación de Florencio Varela. El lugar elegido para el desarrollo de la jornada y Democratizar la comunicación fue la E.E.M. 1.
por Paola Adduci
A veces, lo mejor para entender las dimensiones de un suceso o evento es comenzar por las definiciones más simples. Por ejemplo, si uno busca la definición de congreso encuentra que es “una reunión de un grupo de personas que pueden representar a una asociación, partido político, organización, etc., cuya finalidad es debatir acerca de un tema de importancia o abarcar posibles avances que signifiquen un beneficio para la comunidad”.
Cierta intuición puede decir que hablar de lo comunicativo es un beneficio de la comunidad. Parar un segundo, mirar alrededor y ver a todas las personas con un celular en la mano era algo impensado hace 12 años. Hablar de inteligencia artificial era ciencia ficción. Por todo esto y mucho más, si la reunión o congreso es de comunicación la cosa se complejiza.
La definición más habitual de encontrar con el señor Google sobre el concepto de comunicación (que sí existía hace 12 años pero no era tan importante) es “el acto de recibir y transmitir mensajes a través del habla, del lenguaje no verbal o de un sistema de símbolos compartidos, como la escritura. La comunicación tiene diversas funciones según el propósito de este intercambio de información”.
Sabemos que comunicar es mucho más que transmitir datos y que muchas veces ese propósito de llegar a “un otro” queda trunco. Es el gran debate entre qué se dijo y qué se entendió. Se vuelve a insistir que se trata de una de las tareas más complejas y difíciles de corroborar entre humanos. Se puede sintetizar con un “emoji” la expresión de una ceja más elevada, una mirada con los ojos entreabiertos y la mano juntando los dedos (como montoncitos) para expresar: qué me quiso decir.
Pero, algo de esa comunión movilizó a cientos de adolescentes que se citaron, por sus propios medios, en La Tranquera y El Malambo. Allí en la escuela 11 “Agustín Ramírez”, se congregaron en torno a debatir la o las comunicaciones.
Pero ¿qué energía maravillosa los impulsó a ese encuentro? Es difícil saberlo, seguramente la labor de docentes abocados a que reflexionen sobre eso llamado comunicación y arte también tuvo mucho que ver.
Es que en un mundo hiperconectado muchos a penas hablan. Al menos, hay ciertas marcas de esta afirmación en los estudiantes de primer año de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, también ubicada en Florencio Varela.
Las experiencias post pandemia expresan que muchos jóvenes egresados de las escuelas medias llegan a la universidad con una práctica poco habitual para quien peina canas: el silencio absoluto.
La escena se puede visualizar en cualquier aula el primer día de cursada. Un grupo de no más de 5 integrantes, sin mirarse los unos a los otros nunca a los ojos. El o la más “desfachatado/a ” pide el número de WhatsApp de quienes, en gracia por cercanía física, van a trabajar con dicha persona en “grupo”. Arma el grupo virtual y zan se acabose. Nada más ocurre.
Las voces y se silencian las miradas se hipnotizan en la pequeña pantalla y con suerte se eleva a un solo espectador: profesor o profesora que esté impartiendo la clase.
En estas situaciones muchas estrategias didácticas se han empleado para poder transformar ese silencio y aislamiento en una comunicación real y humana. Ante ese escenario, el congreso con cientos de adolescentes circulando por las decenas de opciones son un contraste fascinante.
Se brindaron 20 talleres que abarcaron el fotoperiodismo, Malvinas y las narrativas, pero también circularon por la oratoria, la fotografía y el maquillaje teatral. La comunicación también trató de los Derechos, las violencias, salud mental y la Educación Sexual Integral.
En ese universo maravilloso circulan los intereses de esos que adolecen en un mundo cada vez más violento.
El transitar las instalaciones de la escuela con adolescentes circulando buscando qué taller los convocaba daba sentido real al congreso, como una gran mancomunión de almas explorando las posibilidades de la comunicación, desde la palabra, la voz, los cuerpos.
Docentes que se brindaron plenamente al juego y transmitían un amor inconmensurable por esa labor. Quienes compartimos el oficio sabemos bien que con adolescentes el mundo es impredecible. Puede pasar de todo, o absolutamente nada (que sería un todo por dentro). Y en esa multiplicidad que se da la comunicación tan esperada.
Pude participar de dos talleres. Uno, el taller de Malvinas fue un mundo de descubrimiento para muchos. El mapa bi-continental ayuda a entender a los adultos la realidad de hoy y a los jóvenes por qué está de moda decir que “somos el mejor país del mundo”.
Dejó como enseñanza, en lo personal, que hay tanto por trabajar sobre el tema con la ciudadanía en su conjunto. Más aún en este contexto donde es muy necesario mantener la bandera de “Las Malvinas son y serán Argentinas”.
El segundo, fue sobre las Narrativas. Con un juego de cartas más de 30 jóvenes participaron de la experiencia de jugar a contar una historia colectiva. Cada quien aportaba su idea: un personaje, una característica, una situación, un giro inesperado, un desenlace. Así se crearon tres historias únicas.
Así fue como la iniciativa de docentes de comunicación en un distrito del conurbano sur abrió un sin fin de posibilidades futuras en las conciencias de cientos de adolescentes participantes de la experiencia. En un futuro, tal vez, no muy lejano descubramos qué sucede cuando se democratiza el acceso a la comunicación y se ayuda a comprender sus dimensiones e implicancias.
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