por Iván Mantero
Momentos del debate con el público tras la proyección de El Penal, en La Casa Claypole.
El sábado 28 de septiembre, a las 20 horas, se proyectó en el espacio cultural La Casa Claypole (Rodolfo Collet 1021) el cortometraje El Penal como parte del Ciclo Cine Conurbano. Este corto fue realizado en 2014 por chicos y chicas del Centro Comunitario Rincón de Esperanza, en Villa Hudson, y forma parte del proyecto Mostrando Villa Hudson de la UNAJ.
La invitación de La Casa Claypole surgió a partir de la colaboración con el FIBAV. “Vimos el corto en el FIBAV y en nuestra sala durante el encuentro de la Red Argentina de Cine Comunitario en 2023, y nos encantó. Nos pareció una excelente idea incluirlo en nuestra programación”, nos comentaron desde el grupo de cine de La Casa.
A la proyección asistimos Lidia y Mariel, referentes del Centro Comunitario, y yo, en representación de la UNAJ. Yo fui el primero en llegar, ese mismo día habíamos festejado el día de la niñez en el barrio y aproveché para quedarme en zona e ir temprano.
El atardecer en la plaza de Claypole es hipnótico. El Centro Cultural La Casa Claypole, ubicada a media cuadra de la plaza principal, es un espacio independiente, recuperado por las y los vecinos, y que se ha consolidado como una referencia cultural de la zona. El segundo en llegar fue Pablo, integrante del grupo de cine de La Casa. Tomamos unos mates, me mostró el Estudio de Radio, charlamos sobre la experiencia de La Casa. De a poco la gente fue llegando y el círculo de la charla se fue ampliando y diversificando. Una verdadera tertulia placentera. A minutos de dar sala, llegaron Lidia y Mariel.
La sala de Cine/Teatro es bella, tiene todo lo requerido para realizar funciones de calidad, y un plus de belleza. Nos sentamos cerca de una pared en la que se recreaba el Guernica de Picasso. Se apagaron las luces, Guillespi (quien prestó la voz para la divertida cortina) solicitaba silenciar los celulares.
Los cortos se sucedieron uno tras otro, y en cada uno, el conurbano lucía nuevos colores, su gente, sus historias, su riqueza diversa, sus alegrías, sus injusticias, su fé, sus ídolos, sus bellas infancias.
Cada cortometraje era despedido con un sentido aplauso. Merecido. Al finalizar se encendieron las luces, armamos una ronda y comenzamos a conversar al mejor estilo de los viejos cineclubes del siglo XX.
Mediante un diálogo horizontal entre público y realizadores (donde las y los realizadores también fuimos público de las otras películas), comentamos cada uno de los cortometrajes. Recuerdo que en un momento Pablo (integrante del grupo de cine de La Casa Claypole) nos preguntó: “¿Ustedes son del merendero del corto con los chicos, no?”. Tomé la palabra para presentarme y presentar a Lidia y Mariel, “ambas referentes del Centro Comunitario Rincón de Esperanza, donde realizamos el cortometraje El Penal”, dije, para luego comentar que “Mariel actúa de la mamá que patea la pelota”.
La atmósfera de la sala se tornó más cálida, "¡Sí, sí! ¡La que mete el gol!” exclamó alguien desde el público. Una alegría compartida inundó el ambiente. Mariel respondió entre risas: “¡De primera! Aunque, para ser sinceros, pateé para cualquier lado. Es la magia del cine”.
Esa sencilla anécdota rompió el hielo y abrió la puerta para contar lo que hay detrás de la película: todo un proceso creativo en el que los protagonistas fueron los pibes del barrio. “Lo interesante del proceso es que la historia es de los pibes, nosotros trabajamos, hicimos el taller en el comedor durante un montón de meses y siempre trabajábamos desde los emergentes que surgían de la charla. Durante esos encuentros les preguntamos ‘¿Qué cosas les gustaban hacer?’ y surgió el tema de la pelota. Y entonces fuimos Charlando sobre esto y en realidad todo el guion surgió de esa charla. Después, de hecho, En un momento les digo ‘bueno, ¿y cuál es el momento máxima tensión que tienen cuando juegan al fútbol?’. ‘El penal. Cuando tiramos al arco’, respondieron. ‘Bueno, ¿y saben de alguna película donde hay una tensión similar? ¿Dónde hay dos oponentes?’ ‘Sí las de vaqueros’, respondieron nuevamente. Es por eso, entonces, que incluso el género salió de la mirada de los pibes”, conté sobre la experiencia.
Un miembro del público, intrigado, intervino: “Pensé que la idea del western era una intervención adulta, nunca me imaginé que los chicos podrían haberlo pensado”. Mariel, con cierta nostalgia, recordó: “¡Claro que sí!, aunque ahora los vemos y no podemos evitar recordar lo chiquitos que eran. ¡Cuánto han crecido! Hoy ya son padres y, cuando vienen al comedor, traen a sus propios hijos. Me parece increíble pensar que ha pasado tanto tiempo”.
Las palabras de Mariel me hicieron pensar en que las historias crecen y se renuevan en cada generación que pasa por el centro comunitario, una trama de vida en constante movimiento. Por eso, cuando otro espectador preguntó si en el centro se habían hecho proyectos de este estilo antes del corto, la respuesta fue casi automática: “El Centro Comunitario Rincón de Esperanza viene trabajando desde hace años en red con muchas organizaciones del barrio: centros de salud, escuelas, comedores y capillas, etc. para construir espacios saludables para el barrio, especialmente para las infancias y adolescencias”. Desde la UNAJ nos hemos sumado a participar de esa construcción con diversos proyectos realizados conjuntamente.
La conversación continuó fluyendo amenamente, cuando una espectadora reivindicó “esto de convocar actores distintos es para poder ofrecerle a los pibes no solamente el alimento para la panza, sino alimentar el alma también”. Esa frase quedó resonando en el aire como un concepto fuerte. “Que buena esa definición, es un título”, le dije, porque pienso refleja la labor que realizan el Centro Comunitario Rincón de Esperanza y La Red Villa Hudson.
Casi terminando la conversación recuerdo que sobre el Ciclo Cine Conurbano manifesté que “todas las películas que vimos narran historias que retratan la vida del conurbano con una gran riqueza de forma y contenido, ofreciendo una mirada compleja que combate los estereotipos hegemónicos, por eso quiero reivindicar la idea de haber organizado un Ciclo que lleve por nombre “Cine Conurbano”. Proponer desde el título esta categoría temática para la muestra de cine me parece importante”. Sobre el surgimiento de la idea del Ciclo, Pablo comentó que “esto había surgido con lo de Guernica[1], porque lo que muestran los medios no es cierto y claro y ¿quién muestra lo que pasa en el conurbano, no? Esta selección da cuenta de esa riqueza, de esos colores, de esa vida de esa cultura que tiene el conurbano, de esa identidad diversa, múltiple desde los Sandros, hasta las resistencias, hasta las experiencias de supervivencia”
Después de la ronda, Lidia conversó con los referentes de La Casa. Ellos estaban muy interesados en la experiencia del Centro Comunitario Rincón de Esperanza que Lidia les contó, y quedaron en contacto para nuevas acciones.
[1] Se refiere al tratamiento mediático que tuvo la toma de tierras en Guernica del año 2020 que terminó en un salvaje desalojo. Uno de los videos del Ciclo Cine Conurbano retrata desde adentro, el proceso colectivo, humano, de la toma de Guernica.
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